miércoles, 9 de febrero de 2011

¿Por qué formar un Círculo de Mujeres?


Si miras a tu alrededor detenidamente podrás encontrar a un sinnúmero de mujeres que se reúnen regularmente con motivo o sin motivo aparente. Amigas tomando café, asociaciones en lucha por los derechos de la mujer, asociaciones en lucha contra el cáncer de seno o el cáncer cervicouterino, mamás jugando con sus hijos, hermandades neopaganas reivindicando a la Diosa Madre, ancianas haciendo de comer, Círculos de mujeres. Muchos piensan que esto se inició en los años 50 cuando las mujeres luchaban por el derecho a votar, y que llegó a su clímax en los 70 con los movimientos feministas radicales, pero en las últimas décadas los grupos de mujeres de alguna manera fueron perdiendo su poder.
Un Poder que pareciera haberse diluido en las modas, en la fantasía y la banalidad de lo que según algunos significa hoy por hoy ser mujer. Claro que hay de modas a modas, pero puedo decir con seguridad que hoy la moda es ser yogui, aunque en nuestro caso el término correcto sería yoguini (mujer practicante de yoga). Está de moda honrar a la Diosa en mi interior y reconocer mi
poder femenino, y si escriben en su buscador "círculos de mujeres", verán que está de moda formar parte de un círculo de mujeres.
Mi mente antropológica está fascinada ante esta sobreestimulación de ideas y todo lo que podría decir al respecto desde las teorías de género… pero yo… no puedo dejar de reírme al reconocerme: yoguini, bruja y facilitadora de un círculo de mujeres.
¿Por qué las mujeres están hoy buscando su identidad en el conocimiento y la sabiduría de disciplinas como el yoga, las religiones paganas o la práctica ancestral de las mujeres que se reunían alrededor del fuego a cocinar y discutir una solución a las problemáticas de su comunidad?
¿Por qué yo busqué y construí mi identidad en compañía de estas mujeres?
Supongo que es un lugar común decir que lo que me llevó a mí a estos círculos fue la búsqueda. Lo que rara vez se dice es que lo que estaba buscando era un grupo al que pertenecer, un espacio para sanar (sin saber qué era lo que estaba enfermo), un lugar en donde me sintiera amada y valorada, y sobre todo segura, en el que no exigirían nada de mí y nunca sería juzgada.
Hallé tres grupos de mujeres en los que encontré lo que necesitaba: una sesión mensual de terapia grupal, un grupo de "brujas" neopaganas o wicca, y un corto curso de yoga para mujeres de un fin de semana. Estos tres grupos sostenían de diferentes maneras el mismo principio de que algo, no importa qué, estaba opacando mi brillo, ocultando mi verdadero y extraordinario ser, impidiéndome ser feliz. Era necesario trabajar para pulir mi ser y dejarlo salir.
A diferencia de todo con lo que yo me identificaba a mí misma en ese momento, ese ser oculto era un Ser poderoso, sagrado, bello, creativo y gestador de vida, era el Ser Mujer; no la hija de mamá y papá, la novia de fulano, la niña asexuada, etc. Estas mujeres me compartieron y enseñaron su camino, su forma de honrar el Ser Mujer, ese camino trazado por la sabiduría de las religiones paganas o la disciplina yóguica o el análisis terapéutico. Mis compañeras de grupo eran mi apoyo, mi espejo y mi catalizador, siempre y cuando permaneciera dentro del grupo.
Estos tres grupos me acompañaron por los años más difíciles de mi vida, los años de la depresión y la crisis de identidad. Vivir bajo su cobijo era maravilloso, pero no tardó mucho en terminarse el sueño, una demanda del universo me pedía volver al mundo real: un trabajo que odiaba, una larga relación de pareja que se terminaba y el profundo hueco en mi estómago que me cuestionaba que quería hacer al respecto. En otras palabras: en la vida diaria, en el mundo práctico ¿qué aprendí? ¿En verdad me sentía esta Mujer? Hacía mis dos horas diarias de yoga, conocía los ciclos de la luna y los nombres de las diosas, y había recorrido todos los traumas de mi infancia. Había hecho el trabajo, me pulía, pero no sabía quién era yo y definitivamente no era feliz. ¿Qué sigue? ¿Ahora qué debo hacer? Volteé a mirar a mis compañeras, que inmediatamente resintieron mis cuestionamientos y respondieron: "Seguramente no has entendido nada, no has hecho las cosas bien".
Sola, triste, frustrada y con la vida exigiéndome seguir adelante, me llevó más tiempo del necesario entender qué había aprendido de estos grupos de mujeres: fuera de ellos sigo practicando yoga, sigo mirando la luna y sigo observando atenta los dolores del pasado o traumas que sigo cargando conmigo, pero fuera del grupo no hay protección, el universo me cuestiona, me confronta, me exige. Para poder dar la cara al universo es necesario honrarme por quien SOY a cada instante, en cada respiración.
Lo que aprendí de estos grupos es que más que tratando de averiguar quiénes somos, estamos buscando un lugar, un espacio en el que nos sintamos segura(o)s para Ser. Alguien que nos diga: "Es seguro Ser quien Eres, no te juzgaremos, no te lastimaremos". No importa si es un grupo de yoga, un grupo de apoyo, o un grupo de amigas, una vez que creemos encontrar esto, nos aferramos a él con todas nuestras fuerzas...

Sat Deva

1 comentario:

the lines on my face dijo...

el compartirnos lo que eres y lo que sientes o piensas, lo que has vivido, nos das tanto!
Eres muy especial y pertenecer al grupo de círculos realmente me ha hecho sentir bien.
Vamos a darle con todo :)
porque todas somos quienes somos, unas buenazasas para tantas cosas que no hemos descubierto.
Abrazos