miércoles, 29 de junio de 2011

Diciendo Adiós

El otro día una amiga me llamo buscando consuelo, escuche sus miedos, sus dolores, sus deseos y necesidades,  tratando de articular palabras de aliento y recordando cómo fue para mí atravesar por una situación similar. Cuando temí que era momento de terminar  la relación y cuanto tiempo lo pospusimos, días, meses, años y como finalmente pudimos separarnos… pero el Adiós, tardo aún mucho tiempo en llegar.
Yo misma marqué muchos números de teléfono buscando consuelo, pero nada podían decir que amainara el temor del Adiós, el grito ahogado de “no quiero estar sola”, “no me dejes sola”. La falta de ese otro cual si te faltara el mismísimo aire y la (en ese momento) ridícula aseveración de alguien que te quiere recordándote “No estas sola”. ¿Es por eso que no podía decir adiós?  ¿por miedo a la soledad?
Sé que dolió mucho tiempo el espacio vacío en la cama, que dolió el olor de la otra taza de café que nadie se bebería, dolió el silencio, el recuerdo. Sé que me imaginaba  a mi misma caminando sola por la calle, sola en la mesa del café, sola en el cine, dolió ver parejas tomadas de la mano. Pero también sé que pocas cosas disfruto tanto como el silencio de mi casa, o mis paseo solitarios, o el desayuno sola en una banca del parque. Además era verdad y desde entonces lo sabía Nunca estuve ni estaría sola, siempre hay un amigo, alguno de mis hermanos  o papás que gustosos aceptan una buena taza de café.
Pero en ese momento tampoco sirvió de nada la promesa de que todo estaría bien, de que yo estaría bien, que el tiempo lo cura todo. Al contrario entre más escuchaba sobre esta promesa de cambio más apretaba los labios impidiéndole al Adiós salir de mi boca.
Por otro lado hace un par de meses me encontré en una situación en apariencia muy diferente. En una sala del aeropuerto dándole un fuerte abrazo  y pronunciando un Adiós ahogado en llanto para mi hermano que por primera vez viajaba a Europa. No era un Adiós triste, al contrario estaba lleno de alegría ante un hecho que sucedía frente a mis ojos. Ahí en ese momento mi hermano dijo Adiós y yo lo vi crecer.
Estoy segura de que ustedes ya lo saben pero aquí esta lo diré: CRECER DUELE.
Yo pedía a mis papás me sobaran las piernas pues era insoportable el dolor de mis huesos al crecer, y recuerdo el dolor que me taladraba la cabeza cuando me salió mi primera muela del juicio. O el dolor cuando tuve que decir adiós a mi vestido favorito pues ya no me quedaba. O el dolor de pies por querer seguir usando esos zapatos que ya me apretaban. También duele cuando dices adiós a tus compañeros de clase cuando termina el año escolar.  Duele cuando te metes en un problema pero te siente muy grandecita para pedir ayuda.
Y duele ver a alguien crecer, alejarse, dar un paso al frente, ir un escalón más arriba. Por supuesto este es un dolor que disimulamos muy bien. Admitámoslo cuando vemos a alguien crecer es casi inevitable el vértigo, el cuestionamiento, ¿qué está pasando? ¿qué será de mí cuando tú te muevas, te vayas? ¿Por qué yo no me muevo? Pues casi nunca somos conscientes de nuestro propio movimiento- crecimiento.
Creo que es esta inconsciencia lo que nos hace tenerle tanto miedo al cambio, a crecer.
Seguramente te preguntarás que tiene que ver todo esto del crecimiento con mi amiga y con las rupturas de pareja y con decir Adiós. Y lo único que se me ocurre decirte es que estoy pensando ahora en Alicia (la del país de las maravillas) y el momento trágico en que empezó a crecer (muy a su pesar) de manera desmedida hasta que su cabeza salió por el techo de la casa sus piernas y brazos por puertas y ventanas. Y el pobre conejo contemplaba histérico sin poder decir más que “es tarde, se hace muy tarde” al tiempo que la alarma de su reloj no dejaba de sonar.

Así sucede con las relaciones, creces hay una palabra en ingles que lo define muy bien outgrown: que creces más allá de… , QUE TE QUEDA CHICA, PUNTO. Te aprieta igual que lo hizo el vestido y tus zapatos favoritos. A veces sucede y no pasa nada, esa amiga que dejaste de llamar, aquel que no recuerdas la última vez que lo viste… pero cuando esto sucede con ese alguien (amigo, amante, hermano, padre, madre, hijo) a quien tomaste de la mano con la promesa de crecer juntos. Por dios que Duele.
Y entonces cierras la boca y te niegas a dejar salir esa maldita palabra que parece querer destruirlo todo, robarse en un instante todo al amor que sentimos el uno por el otro, toda la historia y recuerdos que compartimos, todo lo que construimos, es más se robará ese ser que ahora soy gracias a que tú tomaste mi mano para crecer juntos. Decir Adiós Duele.
Por eso nos negamos la realidad de haber crecido o la aceptamos a medias. Aceptamos que no somos los mismos que se enamoraron como locos. La madre acepta que su hijo ya no es un niño. Las amigas aceptan  que cada vez tienen menos cosas en común. Pero no decimos Adiós, y es que decir Adiós suena tan definitivo tan Punto Final.
Pero Adiós solo quiere decir Soltar.  Lo sé en este momento debes pensar: “Ahhh! Soltar…., claro…, cualquier cosa”. Pero el vértigo te dice que si sueltas…. Te caes. Así que nos inventamos tantos dramas y escusas: “no te voy a soltar porque eres lo que más amo”, “no te voy a soltar porque soy tu madre o tu padre y siempre voy a estar contigo”, “no te soltaré por todo lo que vivimos juntos”, “no te soltaré porque te necesito”, “no te suelto porque siempre voy a amarte”, “no te suelto porque no te quiero lastimar”, “no te suelto porque nunca te olvidaré”
Hay muchas formas de decir Adiós, yo solo sé que esta vida nada es definitivo, nada es punto final. Y que detrás de cada Adiós alguien está dando un paso al frente, alguien está creciendo, aceptando que ha crecido.
Por eso te digo amiga que cierres los ojos visualízate en el andén de un tren o en la sala de un aeropuerto y abrázala, abrázala fuerte, despídete no importa si tu eres quien se va o quién se queda, no importa si pudiste pronunciar un Adiós o no. Ahora siéntate en tu asiento del tren o de avión o en la banca de la sala de espera y tómate todo el tiempo que te sea necesario para ver CUANTO HAS CRECIDO, dale las gracias porque te acompaño a crecer y di Adiós.
A veces esto es todo lo que una relación necesita para poder seguir adelante, a veces no le dices adiós al otro sino a ese tú que se negaba a crecer. Renovarse o morir, eso es todo, Nuevos zapatos, nuevos vestidos…
Pero la verdadera razón que me trajo aquí hoy es que yo tengo un Adiós pendiente, otro tipo de Adiós, el mío es ese Adiós que un niño pronuncia cuando su madre quiere tomarlo de la mano para cruzar la calle, o ayudarlo a sostener el pesado vaso de agua por miedo a que lo tire, o ayudarlo a encontrar el hueco para la cabeza cuando intenta vestirse. El niño dice: “yo puedo solo”

Querida Alicia, lo entendí, la casa me queda chica, mis piernas y brazos salen ya por las puertas y ventanas y mi cabeza da topes tratando de salir por el techo. Y no importa cuanto grite, los gritos  histéricos del conejo diciéndome que me estoy tardando mucho en salir, son más fuertes que mi voz.  Gracias amiga por enseñarme en donde está la puerta de salida.
“ahora quiero seguir yo sola”.
Dev

miércoles, 8 de junio de 2011

Algo sobre mi impaciencia

En la última reunión del Círculo de Mujeres, hace un par de meses, Mary nos dio una lección sobre la paciencia, y justo en la clase salieron de mí boca sabias palabras: "La paciencia no es para todos. La paciencia se gana, la paciencia es de aquél que trabajó su tierra y sembró la semilla. La paciencia es la tranquilidad y certeza de que esa semilla germinará, el retoño crecerá, florecerá y finalmente dará fruto. Tal vez tengas que regarlo de vez en cuando, tal vez debas arrancar la mala hierba a su alrededor y/o remover su tierra, pero realmente la planta lo hará todo por sí misma. Tu sólo tienes que esperar pacientemente con la confianza de que la tierra fue propiamente abonada y de que elegiste la semilla correcta…". (A veces me pregunto de dónde salen estas palabras.)

Yo no soy una persona paciente. No soy paciente en la fila del banco, no soy paciente cuando al otro lado del teléfono me dicen: "un segundo por favor", no soy paciente cuando espero a alguien impuntual, No Soy Paciente. Bueno, irónicamente hay algo en lo que al parecer soy muuuuuy paciente: las plantas. Cualquiera que conozca mi casa lo sabe, yo sólo las planto, las riego de vez en cuando, las podo, me olvido de ellas, y siempre, siempre, florecen.

Podemos volver atrás un segundo…. Yo sólo las planto, las riego, de vez en cuando las podo, me olvido de ellas… Claro, el asunto con la im-paciencia es que esperamos, ponemos nuestras esperanzas, expectativas, en que algo, no cualquier cosa, sino eso que queremos, saldrá de esa semilla. Y esperamos que así sea.

Fue así como hace un par de semanas envié un correo para convocarlas nuevamente a una sesión del Círculo de Mujeres, y pacientemente ESPERE a que confirmarán su asistencia, y pacientemente ESPERE a que llegaran a la sesión, e Impacientemente me di cuenta de que nadie llegaría. Triste y frustrada (y algo melodramática), alcé la mirada al cielo y silenciosamente pregunté: ¿Por qué nada de lo que siembro germina?

A preguntas necias… El Universo respondió de manera directa y clara: "No seas impaciente". Sólo que en ese momento yo pensé que lo que eso significaba es que tenía que esperar por más tiempo. Así que impaciente me dirigí al único lugar en el que puedo ejercitar mi paciencia: Mi jardín. Resultado, maté dos plantas, las ahogue (pensé que estaban desmayadas por el calor y las regué y las regué y las regué). Claro que no me di cuenta de lo que estaba sucediendo hasta varios días después, cuando decidí que el sol las había matado y dejé de regarlas, dos días después me di cuenta que estaban podridas.

Impaciencia es cuando esperas que algo suceda, cuando no confías en la calidad de la tierra y la semilla y en que por sí mismas pueden hacer el trabajo. Cuando no escuchas o sientes qué es lo que está mal. Es demasiado Sol o falta de agua o demasiada agua y falta de Sol. También es cuando todo está bien y no puedes verlo pues no te permites distanciarte y dejarlo ser lo que tiene que ser.

Pasé unos cuantos días preguntándome: ¿Por qué no llegó nadie? ¿Qué estoy haciendo mal? ¿De plano no ha funcionada nada de lo que he hecho? Etc, etc, etc. Al final todo se reduce a dos preguntas: ¿Confías en el proyecto? Sí. ¿Confías en las mujeres que se han reunido a compartir contigo? Sí. Entonces, déjalo ser, todo está bien. Creo que ya estoy empezando a ver que lo que nos hace falta es un poco de abono, arrancar una que otra mala hierba, una podada por aquí y por allá… Pero bueno ya les contaré después. Por lo pronto los círculos tendrán un pequeño receso, sólo uno corto, digamos que el tiempo necesario para dejarlo Ser.

Sat Deva


 

miércoles, 1 de junio de 2011

Clases de Kundalini Yoga en Coyoacán

¿Qué es Kundalini Yoga?

Podríamos decir que es todo un estilo de vida, ya que no solamente comprende ejercicios de yoga y meditaciones, sino una manera de vivir, de comer, de dormir, etc. Es una disciplina que nos enseña a cuidar de todos los aspectos de nuestras vidas: cuerpo, mente, espíritu, familia, trabajo, economía…

¿Cómo funciona?

La práctica de Kundalini Yoga empieza, como en otras yogas, en tu matt o tapete de ejercicios, realizando asanas (posturas) que se ligan a la respiración (pranayama) y a la meditación. El resultado es una serie dinámica de ejercicios en movimiento que relajarán y fortalecerán tu cuerpo, al mismo tiempo que se activa la desintoxicación y nutrición de tus sistemas y órganos vitales (aparato circulatorio, digestivo, sistema nervioso, glandular, etc.).

Esta serie dinámica de ejercicios es seguida por la experiencia de relajación y Meditación profunda, para lo cual nos valemos de diversas técnicas de meditación (mantra, respiración, enfoque en un punto…) que te permiten no sólo relajar tu mente, sino comunicarte de manera integral con todo lo que tú eres: tu Cuerpo, tu Mente y tu Espíritu.

¿Qué logramos?

Con una práctica constante de Kundalini Yoga lograrás construir un Cuerpo fuerte y sano. Aprenderás a escuchar tus pensamientos y a entender tus emociones, lo que te permitirá desarrollar habilidades para lidiar con el estrés, con tus miedos e inseguridades, fortaleciendo tu autoconfianza y tu habilidad para tomar mejores decisiones.

Poco a poco mejorará tu condición física, descansarás y rendirás más y mejor. Y finalmente notarás un cambio importante en tu calidad de vida. No sólo te sentirás más cómodo dentro de tu propio ser, sino que tu Mente y tu Cuerpo se sintonizarán permitiéndote expresar todo tu potencial.

¿Para quién es Kundalini Yoga?

Es práctico y útil para cualquier persona, sin importar su edad, condición física o dedicación en la vida, haber practicado otro tipo de Yoga, ni tener un cuerpo flexible o estilizado. Puedes comenzar tu práctica sin ninguna experiencia previa.

Si estas buscando un cambio en cualquier faceta de tu vida y no sabes por dónde empezar, Kundalini Yoga es lo que necesitas. Si eres un hombre o una mujer trabajadora que cuenta con muy poco tiempo al día para sí mismo, Kundalini Yoga es para ti. Si quieres fortalecer y sanar tu cuerpo, retomar el control emocional de tu vida, salir de la confusión mental o bien explorar tu lado espiritual, Kundalini Yoga también es para ti.

Kundalini Yoga es tan completo, que simplemente ¡todos deberían practicarlo!

Instructora:

Sat Deva Kaur

Clases personalizadas, cupo máximo de 5 integrantes por grupo

Informes

55196873 / circulosenexpansion@gmail.com